La terrible guerra civil había terminado en la primavera del año anterior y en 1940 España comenzaba un proceso de reconstrucción necesario y, en definitiva, una nueva era. Con luces y sombras, con alegrías y penurias había que seguir adelante. Y la música contribuyó enormemente a ello. En los patios de vecindad las mujeres canturreaban las melodías que salían desde alguno de los escasos aparatos de radio. 


Eran sobre todo coplas interpretadas por voces de moda como la de la tonadillera valenciana Concha Piquer que a finales de aquel año triunfaba con A la lima y al limón, que anteriormente había grabado la sevillana Estrellita Castro, otra de las artistas idolatradas por el público. La bonaerense Imperio Argentina también conquistaba al respetable con temas como La falsa moneda o Échale guindas al pavo. Antes y durante la contienda ya las había cantado en el cine donde su magnetismo llenaba las pantallas con un éxito sin parangón en películas como Morena Clara o Nobleza baturra.

 

Prestigiosos compositores y poetas como Valverde, Quintero, León y Quiroga estaban detrás de aquellas bellas pero desgarradoras piezas que narraban historias dramáticas y amores truncados. Al compás de esa música que quedó grabada a fuego en el alma de tantos españoles, la vida seguía en las fábricas, en los talleres de modistillas, en los tranvías o en la intimidad de los hogares.

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